Durante el regreso, una mariposa nocturna se había posado en el parabrisas. Iban a sesenta por hora, y las alas tremolaban en lo que debía parecerle un viento titánico mientras se resistía a ser arrastrada hacia la noche. La mariposa se aferraba tozudamente al cristal, como ceniza gris, pero espesa y temblorosa.
-¿Qué haces? –preguntó ella.
Kecke se había detenido en el arcén. Estiró el brazo y empujó un poco a la mariposa, que echó a volar bruscamente hacia la oscuridad.
-¿Acaso eres budista o algo así?
-No –dijo él-. No quería si sabía ir adonde vamos, eso es todo.(de “Los ojos de las estrellas”).
Existe un tipo de lector que evalúa los libros de acuerdo a su “memorabilidad”. Esa es una de las tantas maneras personales de establecer distinciones jerárquicas en el arte. De acuerdo a este criterio, un libro es tan bueno como perdurable es la impresión que produce en la memoria del lector. El terreno es, cuando menos, escabroso. ¿Cómo podemos definir “una impresión perdurable”? Desde el punto de vista de la memoria mecánica, ser capaz de recordar nombres de personajes, escenas, diálogos y situaciones puntuales de la historia muchos años después de haber leído el texto parece ser un buen indicio de que uno fue marcado como una res con un hierro al rojo. Sin embargo, muchas veces lo que pasa es que el tiempo va sacudiendo el árbol de la memoria y esos nombres, diálogos y citas son lo único que queda prendido de las ramas, las hojas más resistentes (aunque siguen estando secas). Quiero decir que es mucho más sencillo recordar el nombre del personaje de una novela que ser capaz de reconstruir mentalmente su complejidad o su significación, más allá de los avatares de la trama. Tiendo a pensar que mientras más sutil es la obra, cuantos más matices y complejidades posee, más difícil es aprehenderla y recordarla de forma concreta. La experiencia de la lectura se convierte en algo inefable y evocarla siempre lleva a un error, porque no hay un objeto de evocación definido. Es fácil confundir esto con el olvido. Lo que yo creo no es que olvidemos este tipo de obras, sino que de alguna delicada manera las incorporamos a nosotros y luego borramos el recuerdo de esa asimilación. No quiero ir tan lejos como para decir que la literatura modifique la vida de las personas, pero quizá algunos libros produzcan una sedimentación imperceptible en nosotros, alterando levemente la forma en la que vemos el mundo. Evocar la naturaleza de esa alteración es imposible, pues la memoria que actúa en este caso no es mecánica, sino significativa, imposible de rastrear.
Ese es el sentido en que los cuentos que forman parte de “La última noche” de James Salter, son memorables. Unos meses luego de su lectura, uno no podrá recordar los nombres de los personajes y las situaciones de las historias se le confundirán. En su lugar, permanecerán las sensaciones, se trata de algo muy parecido al recuerdo de un perfume, con esa misma falta de certeza. Esto no me parece mal; de hecho, creo que se trata de uno de los principales atractivos del libro. Acá hay un par de joyas: “Cometa” y “Bangkok”. En el primero, Adele y Phil son una pareja de cincuentones. Luego de anteriores matrimonios fracasados, han vuelto a casarse. El cuento nos sitúa en una cena en casa de una pareja de amigos. La charla nos revela los entresijos de la relación de Adele y Phil, sus facturas impagas. Antes, el narrador fue y vino del pasado y en cada viaje nos trajo un momento representativo de la vida de ambos. Los diálogos son buenos, pero mejores son las partes en la que Phil se dedica a la introspección, al análisis de la charla de sobremesa. El resultado es inmenso, en su insignificancia. En “Bangkok”, Hollis está atendiendo su negocio cuando recibe la inesperada visita de Carol, una antigua amante, que aparece con una propuesta inusual. El ritmo del diálogo y la dosificación de la información es excelente, y el personaje de Carol, lo mejor del cuento.
El hilo conductor del libro es, como es fácil imaginar, las relaciones de amorosas, eróticas, sexuales, institucionales. Lo que impide a los cuentos caer en el melodrama es el desapego de los narradores, una frialdad distante que suena a sentencia: “así son las cosas”, pero que también tiene tiempo de dejar escapar chispazos de calidez. El conjunto tiene la suficiente ambigüedad para ser encantador y desencantador al mismo tiempo. Una belleza inusual.
-Abandonó a su mujer y a sus hijos-repitió Adele.
-Ya lo sabías- dijo Phil.
-Los dejó plantados. Llevaban casados quince años, desde que él tenía diecinueve.
-No llevábamos quince años casados.
-Tenía tres hijos -precisó Adele-, uno de ellos retrasado.
Algo ocurría: Phil se estaba quedando sin habla, una sensación parecida a la náusea en el pecho. Como si estuviera renunciando a fragmentos de un pasado íntimo.
-No era retrasado -acertó a decir-. Sólo… tenía dificultades para aprender a leer, eso es todo.
En ese instante le vino a la cabeza una dolorosa imagen de sí mismo y de su hijo. Una tarde habían remado hasta el centro del estanque de un amigo y se habían zambullido, los dos solos. Era verano. Su hijo tenía seis o siete años. Había una capa de agua cálida sobre otra, más profunda, de agua fría, del verde descolorido de ranas y algas. Nadaron hasta el otro extremo y luego volvieron. La cabeza rubia y la cara nerviosa de su hijo asomando a la superficie como los perros. Año de alegría.(de “Cometa”)
Calificación: muy buena.
Título original: Last night (2005)
Traducción: Luis Murillo Fort.
Ediciones Salamandra, Barcelona, 2007.
ISBN: 978-84-9838-070-5
Sólo quiero dar las gracias por este blog. Estaba buscando información sobre James Salter y os he encontrado. Es estupendo saber que hay gente que lee con atención la buena literatura, una no se siente tan sola ( y rara ). Por lo poco que he leido los reseñistas me parecen muy buenos e incluir fragmentos de las obras está muy bien para hacerse una idea. Seguiré leyendo y descubriendo. Gracias.
María:
gracias por tu comentario. Me alegra que hayas encontrado por aquí algo de lo que buscabas, y me alegra doblemente que estuvieras buscando a este autor, que es uno de mis favoritos desde hace ya algún tiempo. Estoy a la espera de poder conseguir otros libros suyos, como Años luz y Quemando los días.
Saludos y buena lectura!
no lo he leído pero ya lo tengo junto a mi para empezar enseguida.
Hola estoy descubriendo a Salter y gracias a tu blog he encontrado un poco más de lo que tenía. Gracias No es fácil encontrar trabajos y críticas sobre el rosario
Llevo mucho tiempo enriqueciéndome con Salter, a quien no me canso de releer. Ha sido una agradable sorpresa leer tu comentario acerca de “La última noche”. En cuanto a tu idea de cómo nos conforma la lectura de buenos libros, esa sutil manera en que impregna nuestro inconsciente a pesar de no dejar en apariencia rastro alguno… la comparto y te felicito por el elegante estilo con que la expones.